domingo, 20 de diciembre de 2015

Comision internacional contra la pena de muerte

por Horacio Verbitsky
Muchas leyes, algunas constituciones americanas y todos los sistemas de protección de los derechos humanos garantizan el derecho a la vida. De los 35 miembros de la Organización de Estados Americanos, 19 ya abolieron la pena de muerte por delitos comunes y 15 aún la tienen en los códigos pero no la aplican desde 2008. Sólo los Estados Unidos continúan realizando ejecuciones, como ya explicó el comisionado Bill Richardson, aunque la cantidad de nuevas condenas y de ejecuciones declina año tras año.
El número de inocentes ejecutados en Estados Unidos (151 personas desde 1973) y el inocultable sesgo racista de las víctimas (el 60% fueron afroamericanos) es impresionante.
Sin embargo, tampoco en el resto de las Américas conviene apurarse a celebrar, ya que formas más solapadas de criminalidad estatal logran el mismo efecto de control social allí donde la pena de muerte legal ha sido abolida o no se practica. Ése es el caso de las ejecuciones extrajudiciales y de las leyes de derribo de aeronaves, que con el argumento de enfrentar al nuevo demonio del narcotráfico se han ido extendiendo por la región.
En la Argentina, la dictadura militar que gobernó entre 1976 y 1983 nunca aplicó la pena de muerte tal como estaba contemplada en bandos y decretos de excepción. Sin embargo se produjeron miles de ejecuciones extrajudiciales por mano de fuerzas estatales. Bajo el impacto de estos episodios, en 1984 el primer gobierno electo por el voto popular derogó la pena de muerte por delitos comunes. Diez años después, bajo un gobierno de otro signo político, la reforma constitucional de 1994 abolió en forma definitiva ese castigo por razones políticas. En 2008, la Argentina ratificó el Segundo Protocolo Opcional al Pacto Internacional de Derechos Políticos y Civiles y derogó el Código de Justicia Militar, como conclusión de una causa que un joven oficial del Ejército llevó a la Comisión Internacional de Derechos Humanos con el patrocinio del CELS. De este modo la pena de muerte fue abolida bajo cualquier circunstancia y no podrá ser reimplantada. Esto ocurrió durante un tercer gobierno, lo cual indica el amplio consenso suprapartidario que sustenta esta decisión.
Pero esa pena erradicada de constituciones, leyes y códigos se sigue aplicando en las calles, por medio de las ejecuciones extrajudiciales, que constituyen una forma aún más perversa, porque se aplica sin juicio ni defensa, a discreción de quien empuña las armas que el Estado puso en sus manos para garantizar el orden constitucional y las libertades públicas. La base de datos del CELS registra por lo menos 130 ejecuciones en la última década: 55 cometidas por miembros de la policía de la provincia de Buenos Aires, 46 por integrantes de la Policía Federal y 6 por la nueva policía metropolitana de la Capital. Los autores de la mayor parte de esas muertes estaban de servicio al producirse los hechos y la mayoría abrumadora de las víctimas fueron hombres jóvenes, de menos de 30 años de los barrios más pobres. En lo que va de este año, se contabilizaron no menos de 11 situaciones de este tipo en el Area Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), que reúne a la Capital Federal y a los partidos más próximos del conurbano bonaerense.
Un defensor público, un juez y hasta el ministro de Justicia y Seguridad bonaerense acusaron a la policía de reclutar a hombres jóvenes para robar automóviles y saquear viviendas marcadas y de matarlos luego. La investigación de estas denuncias nunca avanza porque frente a la histeria mediática por “la inseguridad” no hay un escándalo equivalente contra la violencia institucional.
En 2004, el oficial Hugo Alberto Cáceres fue condenado a 22 años de cárcel, por haber organizado un escuadrón de la muerte financiado por comerciantes de los barrios del norte del conurbano para eliminar a jóvenes ladrones. Pero en 2010 ya estaba en libertad, anunciando en Facebook los servicios de su agencia privada de seguridad. Su mejor publicidad es la fama que se había ganado en su anterior cargo público.
Casos similares se denunciaron en el área próxima al aeropuerto internacional de Ezeiza, implicando a varios oficiales y suboficiales protegidos por el intendente Alejandro Granados. Una década después, Granados fue designado ministro provincial de Seguridad. Durante su gestión el gobierno modificó el tipo de información pública incluyendo por primera vez la inadmisible categoría de “delincuentes abatidos”, que es una celebración apenas disimulada de esas ejecuciones extrajudiciales. Hablar de delincuentes cuando no ha habido, acusación, defensa ni juicio, es un modo hipócrita de convalidar esas penas de muerte ilegales.

Un problema general

El mismo esquema se repite en otros países de la región, como México, Brasil, Colombia y Venezuela. Más allá de las diferencias de país a país, diferentes informes del Relator Especial de las Naciones Unidas, de Human Rights Watch, de Amnesty y de organizaciones no gubernamentales calculan en unos 500 los homicidios cometidos cada año por la policía de San Pablo y de Río de Janeiro, las principales ciudades de Brasil; varios miles de ejecuciones extrajudiciales cometidas por las fuerzas de seguridad en Colombia, donde esos casos se conocen como “falsos positivos”; una relación de veinte civiles asesinados por cada militar que muere en México, y alrededor de mil personas ejecutadas por año en Venezuela, una amplia mayoría de entre 15 y 20 años, sin proceso legal alguno.
En todos esos casos, la norma es la falta de información seria y fiable. El Relator Especial sobre Ejecuciones Extrajudiciales, sumarias o arbitrarias del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, Christof Heyns, recomendó la creación de una base de datos consolidada sobre homicidios, por Estado, género y edad, como un paso para el establecimiento de una política pública efectiva y la muy necesaria responsabilidad.
Durante la reciente campaña electoral argentina, distintas fuerzas políticas propusieron implicar nuevamente a las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad interior, lo que fue prohibido por las sucesivas leyes de Defensa Nacional, de 1988; de Seguridad Interior, de 1992, y de Inteligencia Nacional, de 2001, sancionadas por acuerdo multipartidario durante tres diferentes gobiernos, y reglamentadas en 2006 por un cuarto presidente. Este cambio provoca resistencia incluso dentro de las Fuerzas Armadas, dado que su organización, armamento y doctrina son por completo diferentes a los de las fuerzas policiales.
La mayoría de esas propuestas contemplan apostar tropas militares en las zonas fronterizas por las que se afirma que ingresan los narcóticos de consumo prohibido por las autoridades sanitarias. El derrotado candidato presidencial Sergio Massa, cuya tercera fuerza no pasó de la primera ronda electoral, también clamó que ese despliegue alcanzara a los barrios pobres de las grandes ciudades. Además legisladores de diferentes partidos presentaron proyectos de ley que permitiría derribar aeronaves sospechosas de transportar sustancias ilegales. Todos esos proyectos contemplan el uso de armas de guerra contra esos aviones, ante la mera sospecha de que a bordo pudiera haber personas que intentaran cometer un delito. Esto equivale a una condena a muerte sin juicio, con absoluto desprecio por el derecho a la vida y la presunción de inocencia y también viola el derecho internacional que prohíbe atacar aviones civiles que no constituyan una amenaza armada. Leyes de este tipo ya han sido sancionadas en Brasil, Bolivia, Colombia, Chile, Honduras, Perú, Paraguay, Uruguay y Venezuela. Uruguay es el único de esos países que anunció la decisión de no derribar aviones sospechosos. El resto se ha jactado de haber destruido, inutilizado, neutralizado o derribado aeronaves, pero no hay datos disponibles sobre el número de muertos y/o heridos en esas operaciones. La única excepción ocurrió en Perú en 2001, cuando fue derribado un avión, lo cual causó la muerte de una familia de misionarios estadounidenses, con un bebé de siete meses. Como consecuencia, ese programa impulsado igual que el de Colombia por el Comando Sur de las Fuerzas Armadas estadounidenses fue suspendido durante varios años. Recién se reinició la década siguiente, mediante una nueva ley promulgada por el dictador civil Alberto Fujimori.

Asesinatos selectivos

Según el informe 2010 del entonces Relator Especial del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, Philip Alston, los asesinatos selectivos constituyen una licencia para matar, definida en forma imprecisa.
Sus efectos prácticos son la imposición de la muerte a presuntos terroristas, con desprecio por su derecho a la vida y un juicio justo. Según el actual Relator, Christof Heyns, desde noviembre de 2002 hasta febrero de 2014 por lo menos 2.835 personas murieron en Paquistán, Yemen y Somalia por ataques con drones. Distintas investigaciones periodísticas y de organizaciones defensoras de los derechos humanos han establecido que un alto número de víctimas eran civiles dedicados a actividades normales de su vida cotidiana, como compras en mercados, internación en hospitales o fiestas familiares. Estados Unidos es el país que más usa los asesinatos selectivos y hay evidencias de que los ha cometido en Afghanistán, Irak, Libia, Paquistán, Somalia y Yemen. Desde que Barack Obama asumió el gobierno su país ha realizado por lo menos 400 ataques con drones, que causaron la muerte a más de 2.600 personas. El gobierno no confirma el número de operaciones ni de muertes, y sólo en contados casos lo máximo que el gobierno y/o las fuerzas militares estadounidenses han hecho es reconocer el error y pedir disculpas. Demasiado tarde. La Comisión debe redoblar sus esfuerzos para que la pena de muerte sea abolida en los países que aún no lo han hecho, pero su plan de acción también debe tomar en cuenta estas formas no por sinuosas menos terribles de aplicación del castigo capital.

martes, 27 de octubre de 2015

Símbolos racistas en el Mississippi

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Un deseo flamea sobre Mississippi: Estudiantes universitarios piden retirar símbolos racistas
Amy Goodman y Denis Moynihan
Han pasado cuatro meses desde la masacre perpetrada en la Iglesia Metodista Africana Emanuel de Charleston, Carolina del Sur, en la que perdieron la vida nueve pacíficos integrantes de su congregación. Aquellas balas presuntamente disparadas por el partidario de la supremacía blanca Dylann Storm Roof hirieron de muerte a varias personas, pero podrían también haber asestado un duro golpe a la Confederación. Pocos días después de la masacre, la bandera confederada fue retirada del predio del capitolio estatal de Alabama. La bandera desapareció además de las góndolas y sitios web de tiendas como Wal-Mart, Amazon y Etsy. Diez días después, la activista afroestadounidense Bree Newsome trepó uno de los mástiles ubicados en el predio del parlamento de Carolina del Sur, retiró la bandera confederada y fue inmediatamente arrestada. La bandera fue colocada nuevamente en su lugar y le tomó casi dos semanas más al parlamento controlado por los republicanos aprobar una ley —que fue luego promulgada por la gobernadora republicana Nikki Haley— que establece el retiro de la bandera de batalla de la Confederación de una vez y para siempre del predio del Parlamento de Carolina del Sur. La bandera flameaba allí desde 1961, primero sobre la cúpula del Capitolio y luego, a un costado, en el monumento en conmemoración de la Guerra de Secesión.
Mientras Dylan Roof permanece en prisión, a la espera de que comiencen los juicios en su contra por cargos federales y estatales, el movimiento generado a raíz de la masacre continúa creciendo. Recientemente, los estudiantes de la Universidad de Mississippi, en Oxford, se organizaron para exigir el retiro de la bandera estatal de Mississippi del predio de la universidad. La bandera de ese estado es la única de las 50 banderas estatales que mantiene el mismo diseño de estrellas y barras de la bandera confederada. En la esquina superior izquierda de esta bandera continúa flameando con orgullo ese símbolo de violencia racista y secesión.
El martes por la noche, el senado estudiantil de la Universidad de Mississippi (ASB) aprobó una resolución que propone retirar la bandera. La resolución fue presentada por uno de sus senadores, un estudiante blanco llamado Allen Coon, presidente de la agrupación Universitarios Demócratas de la Universidad de Missisippi y fue aprobada en una votación de 33 votos a favor, 15 en contra y una abstención. Le pregunté a Allen Coon por qué abrazó la causa de enfrentarse a la bandera del estado de Mississippi. Me respondió:
“Después de los trágicos hechos que tuvieron lugar en Charleston, surgió este movimiento nacional que tiene por objetivo abordar el tema de la iconografía de la Confederación. Nuestra universidad está llena de símbolos de la Confederación y de la supremacía blanca. Creo que tenemos que aprovechar esta coyuntura para ocuparnos de esos símbolos. Por lo que a fines de septiembre me puse en contacto con nuestros aliados de la Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color de la universidad y decidimos formar una coalición e instar al senado estudiantil a adoptar una postura al respecto”.
La resolución contó con el apoyo de la filial de la Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color (NAACP, por sus siglas en inglés) de la universidad, cuya presidenta, Dominique Scott, me dijo: “Esto muestra que los estudiantes se están uniendo de verdad, que queremos que se retire la bandera y que queremos institucionalizar la inclusión aquí en la universidad”. La Universidad de Mississippi ocupó un lugar central en el movimiento por los derechos civiles. En 1962, James Meredith se convirtió en el primer afroestadounidense que se inscribió en esta universidad como estudiante, ocho largos años después de que la Corte Suprema de Estados Unidos dejara formalmente sin efecto todas las leyes de segregación en instituciones educativas. A pesar de que el presidente John F. Kennedy desplegó militares para mantener el orden, estudiantes blancos partidarios de la segregación generaron disturbios cuando Meredith ingresó al predio de la universidad.
Incluso el nombre de la universidad está impregnado de racismo. La Universidad de Mississippi recibe comúnmente el nombre de “‘Ole Miss.” Dominique Scott explicó la historia del sobrenombre:
“Históricamente, el término ‘Ole Miss’ era utilizado por los esclavos para referirse a las señoras o matriarcas de sus plantaciones. Cuando la institución estaba decidiendo cuál sería el sobrenombre de la universidad, alguien citó a una mujer que había dicho que ‘Ole Miss’ era la forma en que los negros de antes se referirían a la señora de las plantaciones. Cuando se aprobó por votación el uso de ‘Ole Miss’, el favorito era en realidad ‘Ole Massa’. El término está definitivamente impregnado de una historia de supremacía blanca y de opresión racial”.
El racismo se encuentra aún muy presente en la universidad. Según recordó Dominique Scott, “en 2013, tres personas colocaron alrededor del cuello de la estatua de James Meredith una horca hecha con la antigua bandera del estado de Georgia. Profirieron insultos racistas y gritaron ‘poder blanco’ a fin de intimidar a los estudiantes negros de la universidad y una vez más perpetuar esa cultura de supremacía blanca y opresión racial”. Durante la marcha realizada en la universidad en apoyo a la resolución de los estudiantes de retirar la bandera, un grupo de partidarios de la supremacía blanca llevó a cabo una contramarcha en la que portaron la bandera de la Confederación y gritaron consignas racistas.
Las autoridades de la universidad afirman estar orgullosas de la postura que están adoptando los estudiantes. Sin embargo, como institución estatal, la universidad afirma estar obligada a izar la bandera oficial del estado, aunque alienta al gobierno estatal a cambiarla. Dominique Scott considera que la postura oficial de la universidad es “cobarde”. Al menos otras tres universidades de Mississippi han retirado la bandera, además de las ciudades de Greenwood y Oxford. Está previsto que Jackson, la capital del estado, siga los mismos pasos. Allen Coon apoya su opinión: “Se trata de una resolución no vinculante. Por lo tanto, cuando pase a las principales autoridades de la universidad, estas tienen la oportunidad de escuchar lo que expresamos o no. Pero hemos recibido indicios de que podrían no necesariamente retirar la bandera cuando presentemos esta resolución. Así que tendremos que hacer aún algo más. Y resulta decepcionante ver que nuestra voz no alcanza, que las acciones que llevamos a cabo no son suficientes para retirar ese símbolo de opresión de nuestra universidad”.
La educación es un proceso de ida y vuelta. El rector de la Universidad de Mississippi debería aprender de sus estudiantes y retirar la bandera ya.

© 2015 Amy Goodman
Traducción al español del texto en inglés: Fernanda Gerpe. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org
Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 800 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 450 en español. Es co-autora del libro "Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos", editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.

lunes, 12 de octubre de 2015

HOWARD ZINN

El dilema que debemos resolver: ¿El Imperio o la humanidad?

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TomDispatch

Traducción del inglés para Rebelión de Carlos Riba García

¿Es el final de un Imperio? 
Introducción de Tom Engelhardt

En 2005 me encontré con Howard Zinn para hacerle una entrevista que fue publicada por TomDispatch. Esta es la descripción que de él hice en ese momento:

“Es alto y delgado; tiene una mata de pelo blanco. Tripulante de aviones bombarderos durante la gran guerra contra el fascismo y desde entonces veterano activista estadounidense contra las guerras de Estados Unidos, su libro más conocido es A People's History of the United States (La otra Historia de Estados Unidos); es un experto en las inesperadas voces de la resistencia que se han hecho oír en toda nuestra historia. A sus 83 años (a pesar de que parece 10 años más joven), es también un veterano de este accidentado siglo; aun así no hay nada de atrasado en echar una mirada a su persona. Su voz es tranquila; claramente se toma a sí mismo con una pizca de sal y en ocasiones se ríe burlonamente de sus propios comentarios. De tanto en tanto, cuando un pensamiento le gusta y su cara se ilumina con una sonrisa auténtica, parece decididamente joven.”

Así es como lo vi entonces y así es como lo veo a casi cinco años de su muerte; me dan ganas de exclamar “¡Qué tipo este!”. ¿Puede alguien dudar que él nos (incluyo aquí a muchos estudiantes de secundaria y universitarios) haya cambiado la forma de pensar acerca de nuestro mundo estadounidense? Por eso, en este extraño momento de la historia, cuando casi cada acción imperial que realiza Estados Unidos sale mal (véase Afganistán, Siria, Iraq y Yemen) y aun así continúa siendo la única superpotencia, parece pertinente ofrecer este “lo mejor de” TomDispatch, una mirada retrospectiva de cómo llegó Zinn a darse cuenta de que el nuestro era un Imperio. Para llegar al umbral del imperio (donde, por supuesto siempre estuvo), él hizo un viaje –una odisea– muy suyo.

* * *

Lo que el aula no me enseñó sobre el Imperio estadounidense

Con un ejército de ocupación guerreando en Iraq y Afganistán, con bases militares y empresas intimidando en cada rincón del planeta, ya casi nadie cuestiona la existencia de un Imperio estadounidense. Por cierto, quienes lo negaban fervientemente se han pasado al abrazo más jactancioso y desvergonzado de la idea.

Sin embargo, la idea misma de que Estados Unidos era un Imperio no se me ocurrió hasta que terminé mi trabajo como bombardero en la Octava Fuerza Aérea británica durante la Segunda Guerra Mundial y regresé a casa. Incluso mientras empezaba a tener dudas sobre la pureza de la “Buena Guerra”, incluso después de haberme horrorizado por Hiroshima y Nagasaki, incluso después de haber bombardeado yo mismo ciudades europeas, todavía no había relacionado todo aquello en el contexto de un “Imperio” estadounidense.

Yo tenía conciencia, como todo el mundo, del Imperio británico y de las otras potencias imperiales europeas, pero Estados Unidos no era visto de la misma manera. Cuando, después de la guerra, me acogí a la Ley de Derechos del Veterano y fui a la universidad donde cursé Historia de Estados Unidos, me acostumbré a encontrar un capítulo en los textos de historia que se llamaba “La era del Imperialismo”. Se refería invariablemente a la guerra de 1898 librada entre España y Estados Unidos y la subsiguiente conquista de las islas Filipinas. Daba la impresión de que el Imperialismo estadounidense había durado unos pocos años. No había un punto de vista global sobre la expansión de Estados Unidos que pudiera llevar a la idea de un imperio de ámbito mundial ni de un periodo “imperial”.

Recuerdo el mapa en el aula (titulado “Expansión hacia el oeste”) que mostraba la marcha a través del continente como si fuese un fenómeno natural, casi biológico. Aquella enorme adquisición de tierra llamada “La compra de Louisiana”, que insinuaba la adquisición de un territorio que era cualquier cosa menos desocupado. Era una insensatez: ese territorio, por entonces ocupado por cientos de tribus indias que debían ser aniquiladas o expulsadas –lo que ahora llamamos “limpieza étnica”– para que los blancos pudieran colonizar la tierra y más tarde los ferrocarriles pudiesen cruzarla en uno y otro sentido presagiando así la “civilización” y sus brutales procedimientos.

Ni las discusiones sobre la “democracia jacksoniana” en las clases de historia ni el libro tan popular de Arthur Schlesinger hijo, The Age of Jackson, me dijeron algo sobre el “Sendero de las lágrimas”, la letal marcha forzada de “las cinco tribus civilizadas” en dirección al oeste desde Georgia y Alabama atravesando Mississippi, que dejó 4.000 muertos tras ella. Ningún texto sobre la Guerra Civil mencionaba la masacre de Sand Creek, en la que se asesinó a centenares de pobladores indígenas, justo cuando la administración Lincoln proclamaba la “emancipación” de los negros.

El mapa del aula también mostraba una porción del territorio del sur que estaba rotulada como “Cesión mexicana”. Se trataba de un práctico eufemismo para referirse a la agresión bélica contra México en 1846, en la que Estados Unidos se apoderó de la mitad del territorio de ese país: California y el gran Suroeste. La expresión “Destino manifiesto”, utilizada por aquellos tiempos, naturalmente pronto se convirtió en algo de ámbito universal. En 1898, en vísperas de la guerra España-Estados Unidos, Washington Post vislumbraba más allá de Cuba; “Nos enfrentamos a un extraño destino. El sabor del Imperio está en la boca del pueblo como lo está el sabor de la sangre en la jungla”.

La violenta marcha a través del continente, e incluso la invasión de Cuba, parecían estar en el interior de la esfera de los intereses naturales de Estados Unidos. Después de todo, ¿acaso la Doctrina Monroe no había declarado en 1823 que el hemisferio occidental estaba bajo nuestra protección? Sin embargo, con apenas alguna pausa después de Cuba, fue la invasión de las Filipinas, casi en el otro lado del mundo. En ese momento, la palabra “imperialismo” parecía la más adecuada para las acciones de Estados Unidos. Ciertamente, esa larga y cruel guerra –tratada veloz y superficialmente en los libros de historia– propició la Liga Anti-Imperialista, en la que tanto William James como Mark Twain fueron figuras prominentes. Pero tampoco fue esto algo que yo aprendiera en la universidad.

La “Única Superpotencia” sale a la luz

No obstante, leyendo fuera del aula empecé a encajar las piezas de la historia en un mosaico más amplio. Lo que en la década que precedió a la Primera Guerra Mundial al principio pareció algo así como una política exterior completamente pasiva ahora ese momento aparecía como una sucesión de intervenciones violentas: el expolio de la Zona del Canal de Panamá a Colombia, el bombardeo de la costa de México, el despacho de la infantería de marina a casi todos los países de Centroamérica, el envío de ejércitos de ocupación a Haití y la República Dominicana. Como el muy condecorado general Smedley Butler, que participó en muchas de esas intervenciones, escribió más tarde: “Fui un mandadero de Wall Street”.

En el mismo momento en que yo estaba aprendiendo esta historia –los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial– Estados Unidos se estaba convirtiendo no ya solo en otra potencia imperial más sino en la principal superpotencia del mundo. Resuelta a retener y ampliar su monopolio del arma nuclear, se estaba adueñando de remotas islas en el Pacífico, obligando a sus habitantes a que las abandonaran y haciendo de esas islas un letal patio de juegos para nuevos ensayos atómicos.

En sus memorias, No Place to Hide, el doctor David Bradley, que controló los niveles de radiación en esas pruebas, hizo una descripción de lo que habían dejado atrás los equipos de encargados de los ensayos cuando regresaron a casa: “Radiactividad, contaminación, una isla de Bikini destruida y la mirada triste de los pacientes exiliados”. Después de unos años, a los ensayos en el Pacífico les siguieron más pruebas en los desiertos de Utah y Nevada; en total, más de un millar de ensayos.

Cuando en 1950 empezó la guerra de Corea, yo todavía estaba estudiando historia como graduado en la Universidad de Columbia. Nada de lo que ocurría en clase me preparaba para entender la política estadounidense en Asia. Pero leía el semanario I.F. Stone’s Weekly. Stone era uno de los pocos periodistas que cuestionaba la justificación oficial del envío de un ejército a Corea. Entonces, a mí me parecía claro que no era la invasión de Corea del Sur por parte de Corea del Norte lo que provocaba la intervención de Estados Unidos, sino el deseo que este país tenía de establecer un solido punto de apoyo en el continente asiático, sobre todo desde que los comunistas se habían hecho con el poder en China.

Años más tarde, mientras la intervención encubierta en Vietnam crecía hasta convertirse en una enorme y brutal operación bélica, los designios imperiales de Estados Unidos se hicieron más claros para mí. En 1967, escribí un librito llamado Vietnam: The Logic of Whithdrawal. Para entonces, yo ya estaba muy involucrado en el movimiento contra la guerra.

Cuando leí las 100 páginas de los Papeles del Pentágono*, que Daniel Ellsberg me había encomendado, me sobresalté al conocer los memorandos secretos del Consejo Nacional de Seguridad. En su explicación de los intereses estadounidenses en el Sureste Asiático, los papeles hablaban con claridad meridiana sobre los objetivos de Estados Unidos: “estaño, caucho, petróleo”.

Ciertamente, ni la deserción de soldados en la guerra con México, ni los motines contra la conscripción obligatoria durante la Guerra de Secesión, ni los grupos antiimperialistas en el cambio de siglo, ni la vigorosa oposición a la Primera Guerra Mundial; ningún movimiento contra la guerra en la historia de Estados Unidos alcanzó la magnitud del de la guerra de Vietnam. Al menos una parte de esa oposición se basaba en la comprensión de que estaba en juego algo más que Vietnam, de que la atroz guerra librada en un pequeño país formaba parte de un plan imperial mucho mayor.

Varias intervenciones militares que siguieron a la derrota en Vietnam parecieron reflejar la desesperada necesidad de la superpotencia aún reinante de establecer una dominación de ámbito planetario; incluso después de la caída de su poderoso rival, la Unión Soviética. De ahí la invasión de la isla de Granada en 1982, el bombardeo y asalto de Panamá en 1989, la primera guerra del Golfo en 1991. ¿Fue acaso la toma de Kuwait por parte de Saddam Hussein lo que motivó al abatido George Bush padre o antes bien utilizó él este el acontecimiento como una oportunidad para llevar con firmeza el poder militar estadounidense hacia la codiciada región petrolera de Oriente Medio? Dada la historia de Estados Unidos y su obsesión por el crudo de Oriente Medio mostrada ya en 1945 por Franklin Roosevelt con su tratado con el rey de Arabia Saudí, Abdul Aziz, y en 1953 con el derrocamiento del gobierno democrático de Mossadeq en Irán por parte la CIA, no resulta muy difícil responder a esta pregunta.

Justificación del Imperio

Los despiadados atentados del 11 de septiembre (como lo admitió la Comisión oficial del 11-S) fueron la consecuencia del feroz odio originado por la expansión estadounidense en Oriente Medio y el resto del mundo. Según el libro The Sorrows of Empire, de Chalmers Johnson, incluso antes del acontecimiento el departamento de Defensa reconoció la existencia de 700 bases militares de Estados Unidos fuera de su territorio.

Desde entonces, con el inicio de la “guerra contra el terrorismo”, se instalaron o ampliaron muchas más bases: en Kyrgyzstán, Afganistán, el desierto de Qatar, el golfo de Omán, el Cuerno de África y en cualquier otro sitio del mundo donde un gobierno complaciente pudiese ser sobornado o coaccionado.

Cuando yo bombardeaba en Alemania, Hungría, Checoslovaquia y Francia durante la Segunda Guerra Mundial, la justificación moral era tan sencilla y clara que estaba más allá de toda discusión: estábamos salvando al mundo del mal del fascismo. Por lo tanto, me quedé estupefacto cuando oí a un artillero de otra tripulación –él y yo teníamos en común que leíamos libros– que decía que él consideraba que aquello era “una guerra imperialista”. Ambos lados, decía, estaban motivados por la ambición de controlar y conquistar. Discutimos bastante pero no llegamos a resolver la cuestión. Irónica y desgraciadamente, poco tiempo después de nuestra discusión el avión de mi camarada fue derribado y él murió en la misión.

En las guerras, siempre hay una diferencia entre la motivación de los soldados y la de los líderes políticos que los envían al combate. Mi motivación, como la de muchos otros, era ingenua respecto de la ambición imperial. Yo estaba ayudando a derrotar al fascismo y a crear un mundo más decente, libre de agresiones, militarismo y racismo.

La motivación del establishment de Estados Unidos, según lo entendía el artillero del que hablo, era de naturaleza diferente. Fue descrita a principios de 1941 por Henry Luce, un multimillonario que era propietario de las revistas Time, Life y Fortune, como la llegada del “Siglo de Estados Unidos”. El tiempo había llegado, decía, para que Estados Unidos “ejerza en el mundo la totalidad del impacto de nuestra influencia, para los propósitos que consideremos adecuados y por los medios que consideremos adecuados”.

Es imposible pedir una declaración de designio imperial más sincera y rotunda. En los últimos años, de ella se han hecho eco los intelectuales al servicio de la administración Bush, pero asegurándonos que esta “influencia” es benevolente, que los “propósitos” –ya sea en la formulación de Luce o en las más recientes– son nobles, que se trata de un “imperialismo iluminado”. Tal como dijo George Bush en su segundo discurso de toma de posesión: “El llamamiento de nuestro tiempo es la extensión de la libertad en todo el mundo”. The New York Times escribió que ese discurso era “sorprendente por su idealismo”.

El Imperio estadounidense siempre ha sido un proyecto bipartidista: demócratas y republicanos se han turnado ampliándolo, ensalzándolo, justificándolo. En 1914 –al año en que EE.UU. bombardeó México–, el presidente Woodrow Wilson les dijo a los graduados de la academia naval que Estados Unidos utilizaba “su armada y su ejército... como instrumentos de civilización, no de agresión”. Y en 2002, Bill Clinton les dijo a los graduados de West Point: “Los valores que habéis aprendido aquí podrán extenderse por todo el país y por todo el mundo”.

Para el pueblo de Estados Unidos, y por cierto para los pueblos de todo el mundo, más pronto que tarde estas proclamas revelan su falsedad. La retórica, a menudo convincente en un primer momento, se convierte pronto en algo abrumador por los horrores que ya no pueden seguir escondiéndose: los cadáveres ensangrentados de Iraq, los miembros desgarrados de los soldados estadounidenses, los millones de familias expulsadas de sus hogar, tanto en Oriente Medio como en el Delta del Mississippi.

¿No han empezado a perder asidero en nuestra mente esas justificaciones imperiales incrustadas en nuestra cultura, que agreden nuestro sentido común –que la guerra es necesaria para la seguridad, que su expansión es fundamental para la civilización–? ¿Habremos llegado acaso a ese punto en la historia en el que estemos preparados a abrazar una nueva manera de vivir en el mundo, en la que la cuestión no sea ampliar nuestro poder militar sino nuestra humanidad?

Nota: *. “Los Pentagon Papers (los Papeles del Pentágono), titulados oficialmente United States - Vietnam Relations, 1945–1967: A Study Prepared by the Department of Defense (Relaciones Estados Unidos - Vietnam, 1945-1967: Un estudio elaborado por el Departamento de Defensa), es el nombre popular de un documento secreto que contiene la historia de la implicación de Estados Unidos en Vietnam entre 1945 y 1967. Los Pentagon Papers empezaron a publicarse en la primera página de The New York Times en 1971” (extraído de Wikipedia por el traductor).

Howard Zinn (1922–2010) fue historiador, autor de obras de teatro y activista. Escribió A People’s History of the United States (en castellano, La otra historia de los Estados Unidos. Editorial Hiru. Hondarribia, Guipúzcoa, 2005) y A People's History of American Empire (presentado en formato cómic), junto con Mike Konopacki y Paul Buhle. Enseñó en el Instituto Spelman, un instituto universitario para mujeres negras de Atlanta, donde se convirtió en un activo integrante del movimiento por los derechos civiles. Después de ser expulsado del Spelman por su apoyo a las reivindicaciones de los estudiantes, Zinn fue profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Boston. Ha escrito muchos libros, entre ellos una autobiografía: You Can’t Be Neutral on a Moving Train (en castellano, Nadie es neutral en un tren en marcha. Editorial Hiru, Hondarribia, Guipuzcoa, 2001). Recibió el premio de literatura de no ficción de la Fundación Lannan y el premio Eugene V. Debs por sus escritos y su activismo político.

Fuente:http://www.tomdispatch.com/post/176052/best_of_tomdispatch%3A_howard_zinn%2C_the_end_of_empire/#morehttp://www.tomdispatch.com/post/176052/best_of_tomdispatch%3A_howard_zinn%2C_the_end_of_empire/#more

domingo, 13 de septiembre de 2015

El niño muerto en la playa

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por Marcos Zimmermann
Tenía miedo de la luna cuando estaba llena, de la oscuridad de la noche cuando caminaba entre los nogales y del silencio que se hacía en los olivares cuando no soplaba el viento del desierto. Tenía miedo de mi hermana, que me decía que si no dejaba de tener miedo sería como las mujeres. Que mi padre se avergonzaría de mí. Y que dejara de temer, porque eso no era de un verdadero musulmán. Los musulmanes sólo temen a Alá, no a las cosas de los hombres me decía. No los ahoga el miedo, sólo el temor a Alá, que es quien decide nuestro destino.
Me di cuenta de que Alá me llamaba a hacerme hombre cuando sentí entrar el agua en mis pulmones. Y se me taparon los oídos, y los zapatitos me quedaron grandes de golpe, y casi me trago mi misma lengua. Cuando una luz que explotó en mi cabeza se volvió un fogonazo por dentro que nunca había visto y me llenó de miedo. Y pensé, ¿cómo es posible que este ahogo me dé miedo una vez más, si mi papá me dice que soy el hombre de la casa y el más fiel a Alá de sus hijos? Y entonces vi que ese ahogo era como los que me pasan de noche, y me hacen saltar a la cama de mi papá, y él me aprieta contra su pecho, y me hace toser golpeándome la espalda, y me saca el miedo. Así que abrí los pulmones y aspiré hondo el agua que, ahora, a cada bocanada, me parece más suave, más dulce. Y que me va a hacer no tener nunca más miedo. Porque cuando toda esta agua que se me mete en la garganta y me da tos se vaya, voy a ser un hombre.
Casi puedo verme con mi pantaloncito corto y mis zapatitos de cuero, tirado de panza en la playa. Durmiendo al sol. Fotografiado en todos los diarios. Rodeado de mujeres que hablarán de mí y me admirarán diciendo: “¡Miren, ahí está el muchachito que se hizo hombre porque no tuvo miedo!”. Y sabré que soy famoso. Como los artistas, como los políticos. Un hombre del que todos dirán: “el muchachito muerto es un gran hombre porque cargó encima de su espaldita la gran responsabilidad de ser un símbolo”. Y a mí me encantará ser admirado por estar muerto y ser un símbolo. Aunque no sepa que significa “muerto”, ni “símbolo”. Porque seré más querido que los hombres más queridos de mi pueblo. Que cultivan aceitunas y nueces de día, y de noche los abrazan sus mujeres para darles hijos. Como el hijo que, un día, me va a dar una mujer que me va a querer aún más que cualquiera de éstas. Que me quieren sólo porque soy famoso.
Uno no debe pensar estas cosas me dice siempre mi padre, mientras lo acompaño a hacer canales de riego alrededor de los olivos, o a sacudir los nogales con un palo largo para que caigan las nueces. No es de hombre hablar de uno. No es de buen musulmán hablar como si uno fuera importante. Somos todos hijos de Alá me explica. No somos nada, repite mirando la montaña y el desierto. Salvo cuando El Profeta quiere. Y nos elige.
Como ahora me eligió a mí para hacerme hombre. Por eso seguiré respirando más agua. ¡Las cosas que hay que hacer para ser hombre! Porque duele en la garganta y cuesta respirarla. Aunque todos sabemos que el agua de mi tierra es buena. Transparente en las montañas más altas y marroncita más abajo, en los valles de La Costa. Donde riega los olivares para que salgan muchas aceitunas y los nogales para que les salga esa flor blanca y chiquita que mi papá le regala a mi mamá cada primavera. Cuando florecen a orillas del Abaucán. Este río que mi papá dice que se llama río Guanchín, porque el abuelo Yamil le dijo que desde el cerro Cenizo se llama así. Pero mi mamá dice que su papá, el abuelo Haffez, le dijo que no se llama Guanchín. Que, desde La Ramadita, se llama río Abaucán, nomás. Pero que da lo mismo porque, igual, casi nadie lo conoce. Ni tampoco a nosotros que, como dice mi papá, vivimos en el olvido.
¡Qué sé yo! Lo único que sé es que me caí a ese río persiguiendo a una mulita. Arrastrado por una crecida repentina, de las que hay en verano. Tratando de imitar a mi papá cuando caza mulitas en este valle de Catamarca donde vivimos, donde llegaron mis abuelos Jamil y Haffez, hace años, desde el Líbano y desde Siria y donde los ríos tienen varios nombres porque son muy viejos. Pero a mi eso no me importa. Lo que me importa es que mañana, cuando todos me vean tirado panza abajo al sol en la playita de arcilla donde hace la curva el río Abaucán, justo frente a mi rancho, voy a ser un hombre. Por más que ahora tenga que aguantar esta agua que me entra en el cuerpo y me hace toser y toser. Y todavía no sepa qué quiere decir “estar muerto”. Ni qué quiere decir “ser un símbolo”. Ni qué quiere decir “olvido”.

jueves, 25 de junio de 2015

Caravana por los 43 de Ayotzinapa


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Al cumplirse este martes ocho meses de ladesaparición de los normalistas de Ayotzinapa, los familiares de los estudiantes iniciaron la Caravana Sudamericana 43, un recorrido por Argentina, Brasil y Uruguay con el objetivo de difundir los hechos ocurridos en Iguala, Guerrero, la noche del 26 de septiembre del año pasado, así comodenunciar la impunidad y buscar solidaridad en otras latitudes del continente.
Las actividades de la caravana, que iniciaron en Córdoba y Rosario, Argentina, se retomaron en la capital Buenos Aires este sábado 23 de mayo con una rueda de prensa, donde lospadres narraron el crimen cometido contra los 43 estudiantes de la Normal Rural Isidro Burgos, así como los hechos que siguieron a su desaparición.
La caravana está integrada por tres padres y un estudiante sobreviviente del ataque realizado por policías municipales de Iguala: Hilda Hernández Rivera y Mario César González Contreras (padres de Cesar Manuel González Hernández), Hilda Legideño Vargas (mamá de Jorge Antonio Tizapa Legideño) y Francisco Sánchez Nava.
Este lunes 25 de mayo, la caravana llegó al centro de la ciudad para realizar un acto político junto con un grupo de pueblos originarios que denuncian actos de discriminación y despojo frente al gobierno argentino (el “acampe QOPIWINI”).

La solidaridad argentina

En el acto, los familiares agradecieron el apoyo recibido por todas las personas que se han acercado a ellos y que han mostrado interés y respaldo. “El objetivo es encontrarnos, y lo estamos cumpliendo, es mostrar que no estamos solos, unir a las organizaciones entre ellas, con su cultura, no dejar que se pierda”, dijo Francisco Sánchez al micrófono mientras contaba la importancia de recibir el cariño de las y los argentinos en estos días. “Tenemos una misma demanda y queremos difundir esta realidad. Muchas gracias, los quiero mucho, hasta la victoria”.
Las palabras sobre la importancia del buen recibimiento, la organización y el tejido de redes en Latinoamérica fue reiterado por los distintos familiares. “El apoyo que nos han dado es un motor que nos da fuerza, que nos ayuda a no decaer”, expresaba Mario González, para decir que esa hermandad era importante para enfrentar la desesperación y el dolor de la situación que pasaban en esos momentos y que habían enfrentado durante estos 8 meses.

 Entrevista a una de las madres

AP: ¿Cómo están hoy los corazones de Ayotzinapa? Tras estos últimos días, con la muestra de solidaridad y lo aprendido, ¿cómo se encuentran en lo individual y cómo está el corazón de Ayotzinapa en lo colectivo?
Hilda Hernández Rivera: Nuestros corazones se destrozaron desde ese momento, cuando supimos todos la noticia. Nosotros como compañeros ya nos vemos como una familia, estamos haciendo lo mismo y eso es lo que nos une más. Como personas colectivas hemos tenido alrededor a muchas personas que también están heridas, que se indignaron al saber lo sucedido, al saber que destrozaron no sólo a nosotros sino a muchas personas que conocen a todos los muchachos. Es una indignación terrible; México sangró nuestro corazón, nuestra patria. Todo México está destrozado.
AP: Para aquellas personas que no creen en Ayotzinapa, que creen que es una exageración o un capricho, ¿qué es lo que le gustaría decirles?
HH: Sí nos hemos topado con personas así, que son indiferentes y que nos dicen que nos vayamos a nuestras casas, que nos pongamos a trabajar, que dejemos de andar de revoltosos. Yo les digo que espero en dios que no les pase nada como lo que nos pasó a nosotros, que vayan a la normal o lean todo lo que vivimos, lo que nos han hecho, que las puertas de la normal están abiertas para todos para que lo vean. Que dios me los bendiga, porque no les deseo este sufrimiento tan grande que tenemos como padres.
AP: ¿Qué mensaje daría hoy Ayotzinapa a los que pudieran leernos o escucharnos? Pensando en las jóvenes y los niños que hoy crecen en este México.
HH: Que los jóvenes que están estudiando y no son nomás de las escuelas normales rurales, de las demás escuelas, desde los pequeños, que sepan que hay que luchar por lo que es nuestro, hay que luchar por nuestras raíces, las que nuestro gobierno desgraciadamente ha hecho que perdamos, que nos ha metido otras cosas como computación o inglés pero nos ha quitado lo otro. Importa meter la cultura y las lenguas, las lenguas indígenas que tenemos, es tan bonito escuchar a un compañero que te hable en su lengua, y que desgraciadamente no sepas qué es lo que te está diciendo. Nosotros tenemos compañeros que hablan lenguas y luego nos dicen qué significa y es bien bonito.
Que no dejen de luchar por eso que es nuestro… y que se quiten la idea todos los jóvenes de que hacemos esto por revoltosos o por andar de “guerrilleros” o “agitadores” como dicen. No es eso, simplemente es decir la verdad, es decir que no haya injusticias con nuestros pueblos, con nuestra gente, y pues que, sigan luchando por el México que les queda a ellos también, así como lo estamos haciendo todos.

Una misma lucha

La lucha es en común, contra un mismo sistema y contra el capitalismo… se trata de una demanda para levantar la voz, para no olvidar… nosotros pensamos que sólo hay dos clases en esta lucha: el gobierno asesino y los de arriba, y todos nosotros, los de abajo”, dijo Mario Gónzalez.
El lujo de la clase política sólo es muestra de cómo funcionan. Mi hijo no está en venta, cuando llegaron a ofrecernos dinero para callarnos eso pensaban. Mi hijo me ha dado un millón de caricias, nos despertaba por la mañana para besarnos antes de ir a la escuela”, contó Mario, quien por momentos tuvo la voz entrecortada. al pedir unión en contra de los abusos de los gobiernos y de la injusticia a lo largo de los distintos países.

El resto de la caravana

Este martes 26 de mayo, se realizará un acto político de denuncia y protesta en la Embajada de México en Argentina, para después realizar una movilización del Obelisco de la ciudad de Buenos Aires a la Cancillería, para exigir el pronunciamiento del gobierno argentino y continuar con la difusión de sus mensajes. Los días siguientes los familiares viajarán a Uruguay para repetir acciones similares en ese país y luego volver a México.
Al finalizar el acto, Francisco Sánchez agradeció otra vez y dio las últimas palabras: “No nos dejen solos. Nos necesitamos todos. Les dejo la mitad de mi corazón, porque me llevo la mitad del suyo”.

domingo, 24 de mayo de 2015

GUATEMALA

Guatemala: Indígenas y campesinos indignados exigen la renuncia del Gobierno y plantean un proceso de Asamblea Constituyente popular  

Guatemala: Indígenas y campesinos indignados exigen la renuncia del Gobierno y plantean un proceso de Asamblea Constituyente popular

“El Estado ha colapsado. Todas sus instituciones más importantes están corrompidas. Así no podemos vivir. Necesitamos una nueva casa para todos. Vamos a construir una nueva Guatemala a través de un proceso constituyente popular plurinacional”, planteó Telma Cabrera, indígena mam, Presidenta del Comité de Desarrollo Campesino (CODECA), ante una multitud de indignados movilizados del campo a la ciudad exigiendo la renuncia del Gobierno y la refundación del Estado. Mariano Caal, joven indígena q’echí, mientras nos comparte una tortilla amarilla de maíz nuevo, en el Parque Central, nos dice: “Venimos como 200 personas de nuestro Municipio San Luis, Petén. 

Salimos ayer a las 8 de la noche, y llegamos hoy a las 4 de la madrugada. Entre todos, incluyendo quienes no vinieron, tuvimos que ajustar Q. 125.00 por persona para el bus. Y aquí estamos. Nos vamos felices. Es la primera vez que sentimos aceptación en la ciudad y en las radios,(…)”. Y efectivamente, esa otra Guatemala (que vive indignada y excluida desde hace mucho tiempo atrás), proveniente de 20 departamentos, irrumpió, el 20 de mayo, en la ciudad capital, y por cuatro columnas diferentes, ingresaron serpenteantes directo hacia el corazón político de Guatemala, (Parque Central), bajo la consigna de: “Fuera políticos, empresarios y militares corruptos.

 Vamos por un proceso de Asamblea Constituyente Popular y Plurinacional”. Esta multitud de “no ciudadanos”, estigmatizados y criminalizados (como ladrones de energía eléctrica) por el gobierno actual, no portaban la bandera nacional, ni cornetas. Ingresaron a pie, no en automóviles. Llevaban mantas y rústicos equipos de sonido para gritarle a la ciudad: “¡Capilatinos, despiértense!. ¿O están de acuerdo con seguir teniendo de gobernante a los ladrones como Otto Pérez Molina?, decía otro maya casi analfabeto en su intervención. Rostros curtidos por el empobrecimiento y la exclusión, con miradas fijas en la esperanza de un nuevo amanecer, por cerca de dos horas, ocuparon con sus cuerpos, estéticas y aromas diferentes, el histórico y “castizo” Parque Central de la capital (lugar prohibido para sus antepasados). Desde un estrado móvil improvisado, y en diferentes idiomas, exigieron la renuncia del Gobierno de “Mano Dura” (ahora, tambaleante por pestilentes actos de corrupción) y la creación de un nuevo Estado. 

Mientras, la multitud del campo y de la ciudad, coreaba enérgica en repudio al sistema político: “No somos de la derecha, ni de la izquierda neoliberal. Somos los de abajo y venimos por los de arriba”. Los acogieron en la ciudad, pero el racismo es evidente En un contexto de creciente indignación citadina ante la putrefacción del sistema político, la presencia de “esta multitud de anónimos indeseados” en la capital cayó como lluvia fresca para la nueva primavera que se anuncia en el país. De hecho, el acto más sublime que observadores externos celebramos en esta protesta indígena campesina fue el recibimiento/apoyo presencial de vecinos y estudiantes de las universidades a las y los indignados ninguneados. Un verdadero acto simbólico performativo del “ensamblaje” urgente de la indignación del campo y de la ciudad para dinamizar lo nuevo que aún está por nacer en este país de fugases primaveras eternas. 

Como no podía ser de otra manera (en una sociedad configurada por el rancio racismo y en la estigmatización irracional), algunos medios de comunicación estigmatizaron esta movilización/protesta indígena campesina como un acto “incómodo” que “complicaría” el cotidiano fluir de la ciudad.[1] Incluso con imágenes falsas anunciaron bloqueo nacional de caminos que no ocurrió.[2] Lo que indiscutiblemente confirma el racismo mediático es que ningún medio de comunicación le puso atención a la propuesta indígena campesina en esta coyuntura de protesta e incertidumbre nacional. Ellos/as gritaron sus propuestas a voz en cuello. Incluso lo difundieron mediante un boletín impreso. Platearon cambios estructurales puntuales para el sistema político, económico, jurídico, cultural, tierra-agua, etc. Pero, Guatemala es aún un país colonizado donde lo que se dice vale por quién lo dice, no por el mensaje en sí. 

Al indígena campesino se tolera su presencia incómoda, pero prestarle atención a sus propuestas (mucho menos si plantea cambios estructurales), eso jamás. Esto sería ir en contra del dogma oficial: Indígena no es sujeto. Es objeto de la caridad. No tiene derechos. Sólo obligaciones. Pero, después de todo, como bien lo resumió otro de los oradores mayas, ahora se sabe quién es quién: “Uds. saben lo que nosotros ya sabíamos. Ellos son los ladrones, los delincuentes, que ahora se esconden. A nosotros, cuando defendemos derechos nos acusan de ladrones, nos encarcelan y nos matan”, concluyó el indígena indignado. [1] Véase. http://www.soy502.com/articulo/campesinos-anuncian-marcha-masiva-preven-bloqueos  [2] Véase. http://www.prensalibre.com/campesinos-piden-renuncia-tambien 

Este contenido ha sido publicado originalmente por teleSUR bajo la siguiente dirección: 
http://www.telesurtv.net/bloggers/-Indigenas-y-campesinos-indignados-exigen-la-renuncia-del-Gobierno-20150521-0002.html. Si piensa hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y coloque un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. www.teleSURtv.net

sábado, 11 de abril de 2015

Disciplinar para que el crudo fluya / Criminalizan a Mapuches, ambientalistas


winkul newen
El próximo 13 de abril la Justicia de la provincia del Neuquén, Argentina, definirá los cargos por los que serán llevadas a juicio autoridades tradicionales mapuche que defendieron su territorio de la explotación de hidrocarburos.  Tanto la Fiscalía como la querella, piden que Relmu Ñamku sea procesada por tentativa de homicidio mientras que contra el werken (vocero) Martín Maliqueo y el lonko (autoridad comunitaria) Mauricio Raín presentaron cargos por daños agravados.
Los hechos se remontan al 28 de diciembre de 2012. Ese día, la comunidad Winkul Newen resistió un intento de desalojo promovido por una subsidiaria de la empresa norteamericana Apache –comprada en 2014 por YPF. El objetivo de la acción judicial era reactivar la explotación del Yacimiento Portezuelo Norte, emplazado dentro de la comunidad y paralizado desde hacía varios meses por los mapuches. Aquel día la oficial de justicia Verónica Pelayes, ahora querellante en la causa penal, sufrió lesiones al recibir el impacto de una piedra en el rostro, hecho que le imputan a Ñamku y califican como tentativa de homicidio.
Lo ocurrido en aquella jornada se enmarca en el extenso proceso de avances petroleros sobre la comunidad, promovidos por el estado provincial –que otorga las concesiones- y consumado por diferentes empresas –como las norteamericanas Pioneer y Apache en su momento, y que pretende continuar la subsidiaria de YPF, Yacimientos del Sur. Vale decir que todo ello se encuentra en flagrante violación de los derechos indígenas ya que la política hidrocarburífera, tanto en la provincia de Neuquén como a nivel del país, se implementa sin el libre, previo e informado consentimiento de los Pueblos Originarios afectados. Desde hace más de una década esta situación es denunciada por organizaciones indígenas y sociales e, incluso, el entonces Relator Especial de la ONU para los Pueblos Indígenas, James Anaya,  emitió un documento en el mismo sentido luego de su visita a la Argentina en 2011.
Lamentamos las lesiones sufridas por la oficial de justicia, consideramos que son consecuencia de la violencia generada por la negación derechos al Pueblo Mapuche. Durante más de una década de avanzada petrolera, la comunidad Winkul Newen ha estado expuesta tanto al hostigamiento de la policía y de civiles armados -e incluso niños y ancianos han sufrido graves lesiones. Para ellos no ha habido justicia, como tampoco hay por la violenta afectación ambiental, que impide el normal desarrollo de la vida mapuche al interior de su territorio.
Como capítulo latinoamericano de la Red del Sur Global Oilwatch, consideramos que la mera posibilidad de que una persona sea juzgada y condenada bajo el cargo de tentativa de homicidio por defender su territorio lanzando piedras es un hecho desproporcionado que responde a un nuevo intento de profundizar la criminalización de la protesta social. De haber un fallo condenatorio se sentaría un grave precedente y en el futuro, cualquier persona podría enfrentar los mismos cargos por participar en una protesta en la que se lanzaron piedras.
También queremos expresar nuestra preocupación por el procesamiento de los asambleístas Horacio De Carli, Facundo Scattone, Bernardo Zalisñak, Francisco Larocca y Cesar Arístides Pibernus por el delito de ‘entorpecimiento del normal funcionamiento del transporte terrestre’, dictado por la justicia federal. En agosto de 2014 en Concordia, provincia de Entre Ríos, asambleas socioambientales impidieron durante varias horas el cruce hacia la República Oriental del Uruguay de cuatro camiones que transportaban maquinarias para realizar trabajos de prospección sísmica. Aquella acción fue realizada en el marco de la lucha por la defensa del Acuífero Guaraní, en la que organizaciones de ambos países se oponen a la explotación de hidrocarburos con la técnica de fracturación hidráulica o fracking sobre una de las mayores reservas de agua dulce de la región.
No podemos dejar de mencionar el caso de los trabajadores petroleros de Las Heras, en la provincia de Santa Cruz, que constituye un gravísimo exponente de la criminalización de la protesta social -en el que claramente se busca disciplinar para garantizar la productividad de las empresas. En diciembre de 2013 Ramón Cortez, José Rosales, Franco Padilla y Hugo González fueron condenados a cadena perpetua por la muerte del policía Jorge Sayago, ocurrida en febrero de 2006, cuando trabajadores y policías se enfrentaron en el marco de una larga huelga contra la  precarización laboral y el cobro del impuesto a las ganancias sobre su sueldo. La sentencia, por la cual también se condenó a otros seis obreros a penas menores, fue apelada por la defensa, que denunció que los testimonios incriminatorios habían sido obtenidos bajo torturas.
Desde Oilwatch Latinoamérica queremos expresar nuestra solidaridad con quienes defienden sus territorios del avance de la frontera extractiva y que hoy enfrentan procesos de criminalización, así como también nos sumamos al pedido de absolución de los trabajadores petroleros de Las Heras.
Exhortamos a las autoridades argentinas, y en particular al Gobierno de la provincia de Neuquén, a garantizar los derechos fundamentales del Pueblo Mapuche. Asimismo instamos a las autoridades argentinas, y al Gobierno de la provincia de Entre Ríos en particular, a garantizar la preservación del Acuífero Guaraní.
Abril 2015

Oilwatch Latinoamérica
Acción Ecológica (Ecuador), Censat Agua Viva – AT Colombia, FASE (Brasil), Foro Boliviano sobre Medio Ambiente y Desarrollo, Observatorio Petrolero Sur (Argentina)

Primeras adhesiones. Argentina: Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz; Félix Díaz, qarashe comunidad Qom Potae Napocna Navogoh; Alberto Binder, vicepresidente del Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales (INECIP); Antonio Gustavo Gómez, Fiscal General de Tucumán; Maristella Svampa, investigadora del CONICET, socióloga; Enrique Viale, Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas; Bercovich, Alejandro periodista y economista; Belén Alvaro, docente e investigadora de la Carrera de Sociología, Universidad Nacional del Comahue; Fernando Stratta, sociólogo, docente UNLa / UBA / UNSAM; Miguel Mazzeo, escritor, docente UBA y UNLa; Lic. Juan José González, profesor jubilado de la Universidad Nacional del Comahue; Dr. Juan Carlos Radovich, Antropólogo Social -Universidad de Buenos Aires – CONICET; Alexis Papazian, profesor de historia y doctor en Antropología UBA; Hernán Moreno, concejal de Zapala (PS); Herman Schiller, periodista; Pablo A. Fernández, Documentalista/Periodista; Gustavo Aquere director de Viejo Verde Radio; Andrés Rabassa; Lucila Matteucci; Silvia Rosario Vázquez; Equipo Pueblos Originarios – SERPAJ; Secretaría de Pueblos Originarios – Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) Nacional; APDH Neuquén; Zainuco, Mesa de los Pueblos Originarios de Capital Federal y Provincia; Colectiva Feminista La Revuelta; Sin Cautivas, Feministas por la Resistencia; Fundación Ecosur. Ecología, Cultura y Educación desde los pueblos del Sur; Foro Ambiental Waj Mapu de Entre Ríos; Frente Popular Darío Santillán – Corriente Nacional; Red de Investigadores sobre Genocidio y Política Indígena; Diálogo 2000 – Jubileo Sur Argentina; Foro Ambiental y Social de la Patagonia – Comodoro Rivadavia; ONG Alerta Angostura; Patria Grande; MST Nueva Izquierda – Neuquén; Red Ecosocialista – Neuquén; Red Ecosocialista – Santa Cruz; Partido Socialista Distrito Neuquén;  Emancipación Sur Neuquén en el Frente Popular, Emancipación Sur Corriente Nacional, Asamblea de Bariloche contra la Megaminería; Prensa Latina Argentina; Acción por la Biodiversidad; Seminario en Justicia Ambiental de la Universidad Nacional de Córdoba; Multisectorial Cipolletti; Asamblea Permanente del Comahue por el Agua (APCA); Partido Comunista de los Trabajadores; Movimiento Unidad y Lucha; Trabajadores de la Cooperativa Nueva Generación. Brasil: Prof. Dr. Sebastião F. Raulino, Faculdade de Filosofia, Ciências e Letras de Duque de Caxias – FEUDUC (Brasil); Jamila Rodrigues Venturini, periodista; Rede Brasileira de Justiça Ambiental (RBJA) Brasil; Toxisphera Associação de Saúde Ambiental (Brasil); Associação de Defesa do Meio Ambiente de Araucária (AMAR); Associação de Proteçãoao Meioambiente de Cianorte (APROMAC), Fórum dos Atingidos pela Indústria do Petróleo e Petroquímica das cercanias da Baía de Guanabara (FAPP-BG); Campanha Por um Brasil Livre de Fracking / Associação Nacional dos Servidores da Carreira de Especialista em Meio Ambiente e do PECMA (ASCEMA Nacional) y Associação dos servidores do IBAMA – Rio de Janeiro (ASIBAMA RJ); Observatório dos Conflitos Urbanos e Socioambientais do Extremo Sul do Brasil (FURG/Brasil). Chile:Andrés Figueroa Cornejo, periodista. México: Comité Cerezo.
Se reciben adhesiones en la cuenta coord-owla@oilwatch.org