martes, 13 de enero de 2015

Inseguridad y muerte en la comunidad Qom - Argentina








por Susana SalinaInseguridad y muerte en la comunidad Qom
Potae Napocna Navogoh, La Primavera, es una comunidad originaria que se encuentra en la provincia de Formosa, a la altura de la ruta nacional 86, kilómetro 1.341. El 2 de enero, Rolando Esteban Medina, un joven qom, apareció tendido en el suelo, al costado de la ruta, y fue trasladado de urgencia al hospital central de la capital formoseña. Al día siguiente falleció. Tenía 18 años.
Los integrantes de la comunidad y su qarashe (referente), Félix Díaz, viven de sobresalto en sobresalto. El 28 de diciembre, por la madrugada, Rolando, el menor de los hijos de Amanda y Félix, llegó a la casa agitado por haber corrido y zafado del ataque de unos criollos. No bien comenzó el nuevo año, el 2 de enero, un mensaje por celular comunicaba, al líder indígena, lo sucedido con el joven Medina.
El paisaje que describe a la comunidad en general, y el de la casa de los Díaz en particular, es desolador. No solo por los hechos de constante inseguridad que padecen los originarios, sino además porque el calor agobiante, la escasez de agua, la invasión de mosquitos, sumado a la tristeza que los envuelve, dejan un sabor amargo a cualquiera.
La familia del qarashe tampoco tiene respiro: desde el acampe en Buenos Aires, el hostigamiento que reciben es permanente. Sus hijos, Rolando y Jorgelina, no quieren salir de “la mansión”, como denomina irónicamente Félix a su casa, porque tienen temor. Prefieren estar en su interior. Se trata de una vivienda donde la pobreza se ve por fuera, pero se siente por dentro.
“Tengo mucho dolor e impotencia ante tanta injusticia. Han incendiado nuestras casas, y continúan haciéndolo. Perdemos lo poco que podemos conseguir por regalos de amigos. Los documentos, muebles, ropas, todo se lleva el fuego; nos quedan sólo las cenizas. Reconstruir los ranchos se nos hace muy difícil, por la carencia de los materiales: maderas, chapas, clavos y alambres necesarios para hacer las casas precarias. Cuando hacemos las denuncias, porque sabemos muy bien que se tratan de actos llevados a cabo por gente que no pertenece a la comunidad, las autoridades policiales que son las encargadas de investigar estos hechos, los bomberos voluntarios de Laguna Blanca y la policía científica, dejan asentado en sus informes que lo que ocasionó el fuego fue un cortocircuito, cuando los hermanos que sufrieron la desgracia de perder sus viviendas no tenían conexión a la luz eléctrica”, dice Díaz.
Y agrega: “Cuando aparece un hermano muerto en la ruta, no sólo no se investiga la causa, sino que en el certificado de defunción figura, en todos los casos, como muerte natural: paro cardíaco por enfermedad o suicidio, pero nunca homicidio”.

Es el caso de Norma Artaza que tenía 48 años y varios hijos. Era una integrante de la comunidad que el 13 de diciembre apareció muerta a la vera de la ruta 86, cerca de Laguna Blanca. Su cuerpo fue llevado al hospital del Clorinda para la autopsia, donde fui testigo, pero como yo no entiendo nada del tema de los órganos, no pude contradecir lo que los profesionales exponían. Decían que Norma había muerto por inmersión, pero en el lugar donde fue encontrada no había agua. “Los qom sabemos cómo se manejan las autoridades cuando suceden estos hechos, apenas me enteré concurrí al lugar junto a otros integrantes de la comunidad, y empecé a sacarle fotos al cuerpo. Vimos que tenía marcas, golpes, como si se hubiera resistido. Cuando llegó el oficial Cabaña, que estaba a cargo del operativo, me sacó a los empujones, para que no sacara las fotos. Según la versión de Omar Mendoza, dueño del negocio cerca de donde apareció Norma, ese día ella había estado con dos criollos en la casa de la viuda de Esteban Celía, una de las familias con las que tenemos el conflicto territorial. Pero según la señora y su hijo, no vieron nada, no escucharon nada; sin embargo la mujer apareció muerta enfrente de su casa. El lugar donde encontraron el cuerpo, no fue cuidado, ni protegido para la investigación”, explica Félix Díaz.

En diciembre de 2010, los miembros de la comunidad estuvieron acampando en Buenos Aires, en reclamo por la devolución de sus tierras y de justicia por Roberto López, un integrante qom asesinado el 23 de noviembre de 2010 durante la represión desatada por la fuerza policial de la provincia. En su momento, los originarios pedían al gobierno local que respetara la ley nacional 26.160 de emergencia en materia de posesión y propiedad de las tierras, firmada por la presidenta Cristina Fernández y la ministra de Desarrollo Social Alicia Kirchner. Ante el caso omiso del gobernador Gildo Insfrán, cortaron el acceso a la ruta nacional 86, por partes. Los acontecimientos desatados a partir de ese momento ameritaron la intervención de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. En 2012 los goiernos nacional y provincial y los miembros de La Primavera firmaron un protocolo de seguridad, donde se estableció que se debía registrar a toda persona ajena a la comunidad que quisiera ingresar a ella.
Los gendarmes aseguran que su función es cuidar a los qom. Los originarios de La Primavera, sin embargo, creen que es todo lo contrario, pues a los únicos que registran, inmediatamente que ingresan, son a sus amigos que los visitan.

“Además de las dolorosas muertes de los hermanos, tememos por nuestra seguridad, ya que gente extraña, que la gendarmería nunca ve, ingresa a nuestra propiedad para causarnos daño. En 2011 se creó el GET-Qom, grupo de estudio y trabajo junto a la comunidad qom. Se trata de un equipo interdisciplinario conformado por docentes, investigadores, estudiantes y egresados de las facultades de Agronomía, Filosofía, Letras y Ciencias Exactas (de la Universidad de Buenos Aires). Con su ayuda, esfuerzo y cariño se construyó el vivero comunitario. En esta huerta familiar, hay variedades de plantines. El 29 de noviembre y 6 de diciembre del pasado año, personas ajenas a la comunidad destruyeron ejemplares de algarrobo que estaban destinados a la reforestación. Permanentemente vemos merodear a extraños, encapuchados y portando armas. El 3 de enero, pasadas las diez de la noche, cerca del vivero, en el barrio La Matanza, se escucharon disparos. Los gendarmes que están dentro de nuestro predio y sobre la ruta, no vieron ni escucharon nada, y dicen que seguro fueron las pirotecnias o petardos que quedaron de las fiestas. No somos tontos, sabemos distinguir un arma de fuego de un petardo. Es difícil discutir con las autoridades cuando no se investigan a fondo los diferentes tipos de hechos violentos que padecemos. Creo que no entramos en la categoría de derechos humanos que entiende el Gobierno, pues estamos desamparados. No formamos parte de los más de 40 millones de argentinos, aunque los indígenas seamos pueblos preexistentes. Vamos desapareciendo poco a poco. Formosa será hermosa, tal vez. Para nosotros que vivimos en la extrema pobreza, en la marginalidad, sin lo mínimo e indispensable para la subsistencia, donde nuestros integrantes se mueren, silenciosamente, por desnutrición, tuberculosis, chagas o porque son asesinados. Formosa es dolorosa, sólo hace falta conocernos”, concluye el qarashe.

El documento
La periodista Susana Salina fue, cámara en mano, a mostrar la denuncia que Félix Díaz iba a realizar ante la Gendarmería en Formosa por la agresión a su hijo Rolando. La cámara de Salinas muestra el cartel: “Comunidad Qom Potae Napocna Navogoh-La Primavera Provincia de Formosa”. Es el 28 de diciembre de 2014 y el lugar es la casa de Díaz. Allí se sientan Félix, en el mismo día de su cumpleaños, y dos gendarmes.
En determinado momento, apenas Díaz comienza su relato, una de las gendarmes pregunta “¿la señora quién es?”. La señora a la que se refiere es Susana Salina, que sigue filmando. “Es una señora que vino a visitarnos. Una periodista. Tuvimos una asamblea el día…”, argumenta Díaz. La gendarme no lo escucha: “Le voy a cortar un ratito. ¿Le puedo tomar los datos a la señora?, porque yo tengo que informar todo”.
Antes de esa reunión, cerca de las 3 de la mañana del mismo 28 de diciembre, Rolando, el menor de los hijos varones de Amanda y Félix Díaz, fue atacado camino a su casa cuando regresaba de visitar a unos amigos.
Sus agresores intentaron doblarle el cuello. Rolando logró zafar y corrió a su casa. Unos días después, el 2 de enero, el ataque volvió. Rolando quedó al lado de la ruta, golpeado. El 3 de enero murió. En el hospital dijeron que de “enfermedad”. Lo mismo dice el acta de defunción (ver fotos). Es cosa lamentablemente “normal” en la provincia: Félix, su familia y miembros de la comunidad son permanentemente agredidos: daños físicos, materiales y también la muerte.
La Gendarmería solo pide identificación a los amigos de la comunidad. Cuando los agreden, roban o matan, nunca ven nada. Ellos dicen que su función es cuidar a los qom. Los miembros de la comunidad creen todo lo contrario. El documento fílmico de Susana Salina lo muestra.

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